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América Latina no ha podido evitar los problemas de liquidez. Sumado al bajo nivel y la alta volatilidad de los ingresos públicos, la debilidad de los sistemas financieros domésticos y la mediocre calidad de las instituciones fiscales; la combinación de un escaso crecimiento económico y de devaluaciones en el marco de pasivos dolarizados ha generado una inmensa bola de nieve. Buena parte de ésta se explica por el denominado pecado original, es decir la imposibilidad para un país emergente de endeudarse externamente en su propia moneda. Aunque la mayor parte del esfuerzo por controlar la dinámica de la deuda pública seguirá siendo doméstico, su sostenibilidad de mediano plazo pasa por iniciativas de las Instituciones Financieras Internacionales.